“La vida es un asco”, es lo que siempre pienso una vez que
termino de ver una película de Alejandro González Iñarritu, no a sido la
excepción con Biutiful.
Como padre, me identifico con Uxbal que quiere una vida mejor
para sus hijos y hace todo lo posible por darles un hogar, cariño y educación
(el niño me recuerda a Ian cuando me decía “papá me orine”, cosa que sucedió
solo dos veces a sus dos años).
Pienso que Iñarritu es una experto en ponernos depresivos a
todos, pero nos hace reflexionar con su películas, al menos conmigo lo hace y
en esos momentos dejo de pensar en banalidades y pienso un poco más acerca de
la tristeza, si de la tristeza y de lo que hacemos para no sentirla. A veces
nos perdemos y no recordamos el verdadero valor de la vida.
Uxbal tiene miedo que sus hijos lo olviden, ya que él olvido a
su padre quien murió siendo él un niño, pero creo que su verdadero temor no es
que lo olviden si no que él no estará ahí para ellos, para cuidarlos y guiarlos
por la vida, pero mas, mas ese amor que tiene para darles y que ya no lo dará
más.
Uxbal tiene un conflicto consigo mismo ya que vive de la
explotación de los demás, en este caso indocumentados chinos y africanos a los
que entrega a unos explotadores a cambio de una paga para él y para quien tenga
que hacerse de la vista gorda. Pero a Uxbal le importa el bienestar de estas
personas ajenas a su país, ajenas a su idioma y costumbres pero que al final, son
personas como él y sus hijos.
Biutiful es un viaje al interior del ser humano, donde explora
esa doble moral que manejamos, tan común hoy en día, donde la muerte y la vida
se conjugan en un ir y venir de emociones tan malsanas como el odio, la
melancolía, el dolor y en otras tan maravillosas como alegría y el amor.
Al final de eso está hecha la vida….
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